El pinball resucita en Madrid

Como si del selecto club Bilderberg se tratara, un grupo de unos 70 fanáticos de los pinball se han reunido este fin de semana  en una nave madrileña de 1500 metros cuadrados cuya localización es secreta. Es el 2º Campeonato de Pinball de Madrid que este año lo ha organizado el mayor coleccionista español de este tipo de máquinas recreativas -tiene unas 150 máquinas- en el que se enfrentarán más de 30 jugadores-coleccionistas bajo las reglas estándar que se utilizan en todos los campeonatos de este tipo en todo el mundo y con la intención de mandar las puntuaciones de los participantes a www.pinballrankings.com, la organización encargada de gestionar la clasificación mundial de pinball.

Lo cierto es que desde el año 2000 vienen celebrándose reuniones anuales entre aficionados a las ‘máquinas de millón’ en nuestro país, pasando de las cuatro o cinco máquinas del primer evento en Ávila a las más de treinta que se utilizarán para este campeonato durante el fin de semana.

Del petaco a Medieval Madness
Aunque la tradición del pinball se remonta al siglo XIX y su antepasada, la bagatelle, son las máquinas desde los años 60 las que más interés despiertan entre los coleccionistas. El caso español es particular ya que, debido a las restricciones en las importaciones durante el franquismo, se desarrolló en nuestro país toda una industria del pinball (llamado petaco en España), que sólo estaba detrás de la norteamericana. Como segundos fabricantes del mundo, la herencia española es de una edad dorada del pinball electromecánico en el que todo funcionaba a base de relés y sólo algún detalle como luces o tarjeta de sonido respondían a impulsos eléctricos y no de fuerzas ‘naturales’.

A pesar de la enorme tradición española en los pinball durante los ’60 y ’70, las máquinas suelen apilarse en las naves de los operadores de salones recreativos en las que acumulan polvo y se pueden llegar a encontrar en venta por poco más de 200 euros. Un aficionado en busca de una máquina que esté en perfecto estado y funcionando puede conseguir pinballs interesantes por 700 u 800 euros y en EEUU se pueden llegar a pagar 10.000 dólares por una máquina como Medieval Madness, aunque en alguna subasta ha habido máquinas que han llegado a los 50.000 dólares.

Sin embargo, como demuestran tiendas como Fugarolas o Pinball Project BCN, el espíritu del coleccionista de pinballs no es el de acumular un gran tesoro, sino el de revivir muchas de esas maquinas que andan ‘aparcadas’ en la parte de atrás de algún bar. Para ello, reparar es una de las partes más entretenidas del coleccionista, auténticos restauradores de obras de arte.

Es precisamente Medieval Madness una de las ‘joyas de la corona’, el ‘santo grial’ de los coleccionistas de pinball. Como ocurre con Twilight Zone o Los Simpsons, la complejidad de las reglas, el desarrollo de las partidas y la profundidad de la historia que cuenta la partida (sí, cuentan una historia) es superior a la de cualquier otra máquina. Es eso lo que marca la diferencia entre máquina electromecánicas en las que la regla es: ‘dale a todo lo que puedas y evita que se te cuele’, y las máquinas electrónicas o los pinball2000 (que incluyen una pantalla como las de los videojuegos).

Con eso y con todo, al final, la mesa de un pinball la componen rebotadores, gomas, pirulos, bumpers,… y una bola de acero. La aletoriedad del juego es total. Nadie ha programado un guión contra tu jugada, la experiencia es única en cada partida y cada milímetro de inclinación del suelo puede afectar al juego. Para toda una generación, estas máquinas llamadas pinball, flipper o petaco, fue su forma de divertirse y hoy sirven para evocar nostálgicamente el pasado.
Fuente:Elmundo.es

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